lunes, 27 de junio de 2011

El abrigo blanco (Cuando el amor falla)






Sentada en el gris asfalto.
Cabizbaja, la vista clavada en el suelo.
Poseída por la soledad…
Y tenía frío.
Dios mío, como hacia frío.
Como congelaba la ausencia.
De esperanza.
De fe.
De amor y otras enfermedades.
Y levante la cabeza.
Vienes caminando directo a mi encuentro.
Sujetas en tus manos un abrigo blanco.
Sonríes.
Me levanto.
Estiro un brazo y abro mi mano.
Te espero.
Anhelo.
Y llegas.
Te detienes al frente mío.
Te acercas.
Me estrechas entre tus brazos.
Me besas.
Entonces tu calor comienza a embriagarme.
Seduce mis sentidos.
Me droga.
Amenaza peligrosamente con ser el agua que calme mi sed.
Y en el punto exacto en el que nuestra fusión está por iniciar…
Das medio paso atrás.
Te observo.
El abrigo… ¿Dónde está?
No comprendo.
Aturdida por el desconcierto, no veo.
Como retrocedes medio paso más.
La brisa se comienza a acercar.
Es helada.
Y mi abrigo, ya no está.
Te miro, cada vez te alejas más.
Medio paso atrás.
Medio paso atrás.
Medio paso atrás.
Y de un momento a otro ya no estás.
El frío comienza a llegar.
Mi alma se congela.
El silencio ahora reina.
La oscuridad es inmortal.
Y la soledad murmura una vez más:
Lo que es suyo, no ha de escapar jamás.


Mayren Castillo

1 comentario:

  1. Es genial, me encanta, alucino con esto, que sentimiento, que hermozo, que doloroso, sin palabras!

    ResponderEliminar