lunes, 6 de junio de 2011

Recuerdos Abstractos



A veces veo casas con cuartos llenos de colchones viejos y maltratados. Hogares sin puertas, ventanas, pinturas, colores, ni vida; solamente un aspecto tétrico, nada fuera de lo común. Paseó por calles desoladas, arrepentidas de haber sido tan hostiles con las personas que en algún día caminaron sobre aquellas ceras lisas, nuevas en su momento, en especial aquellos días felices.

Recuerdo a niños emocionados con la vida, comprando helados al paletero de edad avanzada, muy amigable lo recuerdo. Algunos pequeños brincaban sobre el pavimento acérrimo, aún joven sin estrías. Sujetaban con sus pequeñas manos los helados que compraban, y otros agarraban globos inflados con helio imaginando poder elevarse a los altos cielos y descansar sobre la inmensa cama de nubes. Los padres observaban cautelosamente desde el balcón de su casa, sentados en la banca de madera contentos de ver crecer a sus hijos en un lugar seguro y libre de guerras. Todo parecía sonar como música perfecta, sin errores. Esta música formaba chispas especiales que estallaban en pequeñas docenas de luces brillantes cargadas de sentimientos... simplemente era hermoso, aún recuerdo aquellos días.

Crecí. Maduré. El tiempo pasó sin detenerse, sin pedir permiso (cómo lo he argumentado antes).

Después de muchos, regrese y estuve parado en la banqueta que en algún tiempo fue joven, sin rayas horribles marcadas por una catástrofe que... no puedo recordar. Me sentí triste en aquel pavimento donde jugaba y brincaba feliz sin importarme el mundo, observaba a mis padres contentos de ver a su pequeño hijo ser feliz.

Aquella música emotiva que predominaba en el sitio de mi infancia ya no estaba, ya no la escuchaba. Se ha ido con mis padres, mis recuerdas de la adolescencia, no recuerdo que fue después de ser niño y comer helado de vainilla todos los días, platicar con el anciano y escucharle sus anécdotas de cuando él era niño, algunas veces me contó algo así: Pequeño, cuando yo tenía tu edad... hace ¡uhhhh! mucho tiempo, agarraba un puñado de "pequeños balones" llenos de "gas" cómo el que traes en este preciso momento y volaba, me alejaba de mis padres, mis amigos, mis pensamientos... algún día todos dejaremos este lugar y pasaremos a otra vida mejor, ¿lo entiendes?...

Apenas lo entendí después de 20 años. Mis padres ya no estaban y muy apenas recuerdo haber tenido una hermana. Esto es decepcionante, ¡no recuerdo haber tenido una hermana!. ¿Por qué he vuelto?, ¿Qué estoy buscando?. NADA. Solamente veo casas sin puertas, sin ventanas, sin familia, sin esperanza. ¡Oh Demonios!.

Mientras estaba allí parado contemplado la "fastuosa" vista panorámica de todas esas casas desoladas, me arrodillé y empecé a llorar. Acabe ahogándome en mi propio llanto, triste y febril, jamás había sentido ninguna tristeza como esta... solamente extrañe aquellos rostros, aquellas facciones que nunca podré olvidar... a mis padres. Poco a poco la música que escuchaba de niño venía encontrándose lentamente hasta explotar en una lluvia de emociones, sentimientos, plegarias, RECUERDOS... entonces fue allí cuando estaba sobre mis rodillas en la cera, mis manos apoyadas en el pavimento soportando mi espalda. Mi cabeza colgaba como un péndulo de un reloj derramando lagrimas. La música estaba en su máxima expresión, yo aún seguía volteando hacía el piso mirando aquellas bizarras lineas en el pavimento provocándome letargo. En ese momento recordé lo que la música me hacía vivir y sentir... MIS PADRES. Levante la vista, mis mejillas empapadas por el incansable llanto. Efectivamente la música tenía algo que ver, era la música de mis padres, la música que ellos cantaban para mí. Los miré por última vez, sonrientes como siempre, contemple sus facciones pro última vez. Estaba listo para despedirme.

Me levanté con la frente en alto, secando las lagrimas y observándolos sigilosamente por última vez, fotografiando cada detalle, cada gesto. cada suspiro. Teniendo todo listo, decidí aceptar que ellos ya no estaban "físicamente" aquí, pero estaban conmigo, en mi música. Me di la vuelta, dándoles la espalda y diciéndoles:

- Gracias por traerme a este mundo y dejarme ser libre.
- Gracias por educarme a su semejanza.
- Gracias por darme todo lo material.
- GRACIAS POR PERMITIRME SER SU HIJO.
- Gracias...- di la vuelta para despedirme por última vez y ya no estaban, solamente quedaba música.

Sonreí. Me aleje caminando en aquellas calles donde un pequeño niño creció bajo la protección de sus amados padres. Ahora seguiré con mi camino.


Papá, Mamá, Hermanas.
Son mi música.
 José Ismael Peréz Bueno

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