sábado, 17 de diciembre de 2011

El trabajo más feliz del mundo


Titulo: El trabajo más feliz del mundo.
Por: Abigail Arreola.


Hoy escuché en la radio, que uno de los trabajos más felices del mundo era ser escritor; en ese momento la apagué y comencé a llorar.

La gente no entiende el papel del escritor. Si bien, él se inventa las historias, se inventa los diálogos, se memoriza las palabras y escupe algunos versos. Pero, ¿Cuál es la satisfacción del escritor? ¿Cuáles son los fundamentos para que digan que es uno de los trabajos más felices del mundo?

De aquí deduzco que existen dos o más tipos de escritores: Los que escriben como pasatiempo, los que escriben con el corazón, los que escriben su imaginación y los que escriben por escribir.

(Si me falta alguno, recuérdenme)

Los que escribimos como pasatiempo nos rodeamos de palabras la mayor parte de las horas del día; nos mantenemos pensando en qué palabra es la correcta para cada una de las situaciones que atendemos. Nos damos ese tiempo en algún momento para escribir lo que sea; una frase que ronda nuestra cabeza, un verso de un poema inconcluso en una servilleta; escribimos análisis sobre todo lo que nos suene interesante o maravilloso; escribimos casi diario y casi sobre cualquier cosa, aunque no lo considero un trabajo placentero; a veces cansa y cansa demasiado pensar y escribir sobre tantas cosas.

Los que escribimos con el corazón escribimos emociones, sentimientos, deseos y convicciones arraigadas a una perspectiva distinta de nuestras propias situaciones; cuando inventamos universos paralelos a nosotros, proyectamos diferentes análisis de nuestras realidades ocultas. Al hablar de emociones quiero decir, hablo de amor. De un amor que tal vez nos duela, de un amor que disfrutemos, de un amor que no existe; pero hablo de amor. Hablo de amor porque desde mi punto de vista, es uno de los sentimientos/emociones al que más le escribimos (Ojalá yo fuese el amor, de verdad me sentiría muy alagada). Cuando escribimos sobre él, lo hacemos casi casi con las lagrimas a punto de brotar de nuestros ojos y con un dolor en el pecho inmenso cuando de extrañar se trata; escribimos nuestras penas adornadas con miles de metáforas, paradojas, alegorías, comparaciones e hiperbatones. Pareciese como si tiráramos las palabras en un papel para que los recuerdos se marcharan. Casi nadie escribe cuando está feliz en este tipo de escritor y aunque la escritura es considerada la mejor catarsis para las memorias, no lo considero un trabajo placentero; duele y duele demasiado escribir sobre nuestra propia historia.

Los que escribimos con la imaginación, somos del tipo que siempre soñamos despiertos. Que inventamos historias por el simple hecho de mirar el cielo. Escribimos cualquier cosa que probablemente suele ser imposible ante los ojos y la mente de los que escriben con el corazón, pero a la vez, pueden ir de la mano con los que escriben como pasatiempo. Normalmente los que escribimos con la imaginación somos considerados poco ortodoxos por la abstracción de nuestras ideas, pero aún así no lo considero un trabajo placentero; la imaginación tiene que ser entrenada todos los días y algunas veces, no tenemos ganas ni tiempo para alimentarla.

Escribir, escribir y escribir. Hay tanta gente que vive de escribir que ya cualquiera puede poner letras y palabras acomodadas en frases simples para considerarse escritor. Tal vez es ahí donde se encuentra la verdadera felicidad de lo que mencionaron en la radio; tal vez yo ni siquiera escribo de la manera correcta para considerarme uno.

Después escuché que otro de los trabajos más felices del mundo era ser psicólogo; en ese momento apagué la radio, decidí dejar de pensar y me propuse escribir esto, sólo por si acaso... ya que el ser psicólogo, es otra historia.

Creo que ya no volveré a escuchar la radio.

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