lunes, 16 de mayo de 2011

¡Qué friega ser un perro!




Nomás imagínate: de cualquier lado, en cualquier momento que lo veas, te toca la parte mas jodida que te podría tocar:

Desde que el ser humano se empezó a juntar en comunidades les tocaron sólo las sobras de una comunidad que apenas subsistía, a cambio de soportar estoicamente maltratos y abusos, y de pasar en vela noches enteras defendiéndolos de animales salvajes, con una servidumbre ciega, al punto de entregar su vida en una pelea encarnizada contra algún lobo, superior gracias a las miles de generaciones fuera del cautiverio, en la cual el servil perro perdía su vida para salvar a una aldea de humanos salvajes que nunca apreciaron sus esfuerzos.

Uno supondría que con el cambio, el progreso y el crecimiento industrial la vida de estos caninos mejoraría considerablemente, pero fue cambiar una cruz de piedra por una de cemento:

La industrialización crea cinturones de miseria en donde se refugian las personas que son semi-esclaivzadas y que sostienen una economía familiar descrita como precaria por el crítico más eufemista y "amable". En estas zonas oscuras y depresivas, hay de dos sopas para los cánidos: o son la mascota de una familia que apenas puede darle de comer a sus hijos, o son rechazados cuando se vuelven una carga insoportable, y se dedican a asaltar los tambos de basura, recurriendo a la masturbación culinaria para imaginar que el pañal usado que estan mordisqueando es en realidad una rechoncha y jugosa ardilla.

Desde mi punto de vista, esas son los dos casos en los que el "mejor amigo del hombre" mantiene un poco de su dignidad, fuera de ahí, el estar con una familia de clase media alta presenta una afrenta a los instinctos más básicos del perro, relegándolos a un papel de juguetes vivos, meramente esclavos, destinados a ser el entretenimiento de niños malcriados y padres malcriadores, se pasan su vida en patios encerrados, fantaseando con correr por el campo, perseguir animales, nadar en arroyos y no tener que preocuparse por no manchar la sala, o morder al niño, o defecar en la alfombra. La cosa se pone peor si es uno de esos perros cuya raza ha sido modificada para ser pequeños, indefensos, y ridículamente afeminados, a esos pobres vestigios de perros, les toca pasar vergüenzas públicas,--me puedo imaginar a los perros relativamente normales riéndose cuando ven pasar a un French Poodle con un suéter-- paseando con correas rosas, visitendo ropas tan ridículas como innecesarias y siendo rebajados al nivel de un accesorio que va en el bolso de una rubia hueca.

Para cualquiera de los dos tipos de perros anteriores, el tratamiento que reciben de nosotros es muy parecido: les hablamos como si feran bebes retrasados, y esperamos de ellos una conducta ejemplar que no le exigiríamos ni a nuestros mismos hijos, los encerramos en el patio por días sin darles oportunidad de que se estiren y liberen su energía, y cuando hacen algun destrozo, son reprendidos con violencia verbal e incluso física.

Pero en fin, ¡eso se ganan por ser nuestros mejores amigos!

Uriel Luviano

4 comentarios:

  1. Hay que aprender a tratarlos. ¡Los perros también son seres vivos! ¡No juguetes!
    son amigos y compañeros, tratemos mejor a estos amigos incondicionales (:

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  2. joder muy bueno!!! me llego!!
    -vane-

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  3. pues en 1er lugar te kiero felicitar por k en realidad todo lo k dices es en la mayoria cierto y se esta viviendo en estos dias...; a mi cuando lo estaba leyendo me puso a pensar muchas cosas que yo en mi opinion no lo miraba de esa manera..., pero muchas gracias por este escrito n_n , FELICIDADES!!!

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  4. Fue elegido en base a su buena redacción y su Originalidad. La otra versión quizá la incluyamos la próxima semana o sea añadida a nuestro nuevo proyecto, el Blog de Novelas y Columnas, como columna con secuencia.

    Felicidades Uriel!

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