viernes, 3 de mayo de 2013

Calavera

Título: Calavera Autor: Adriana Morán






CALAVERA

Ella estaba recostada sobre los pastizales en su sitio favorito, miraba el cielo mientras pensaba en cómo sería su amado.
Casi se podían tocar las nubes y lo azul del cielo se reflejaba en sus bellos ojos.
Se hacía tarde y el viento la masajeaba dulcemente mientras ella esperaba.
Todo era perfecto, el lugar era tranquilo, lleno de árboles y flores de colores, un gran reloj le daba sombra a la banca donde se encontraría con su amado.

Había elegantes salones, uno rojo en especial, ahí danzaba ella cada jueves, cada noche en el mismo lugar, sola, dejándose apapachar por el calor de las llamas frente a esa gran chimenea.
El cielo se pintó de rojo para despedir al Sol, un día más esperando, repetía ella.
Al llegar la noche ella cerraba los ojos, sólo podía escuchar las campanas del enorme reloj que resonaban cada cuarto de hora.
Llegó el amanecer, y los penetrantes rayos de sol rozaban su carita, hartos de verla siempre en el mismo lugar.

Al despertar ella voltea a todas partes como todas las mañanas, esperanzada a verlo por fin ahí, sentado.
Al pasar los jueves ella siguía bailando, esperando, soñando siempre sola y en el mismo lugar.

Pasaron treinta y dos jueves exactamente, y ese jueves treinta y dos ella dejó de respirar.
Su corazón se había cansado de esperar durante tanto tiempo, sus latidos comenzaron a debilitarse al pasar de los días. Ninfa murió.

Al cerrar de nuevo sus ojos, comienza un viaje por las nubes, en el fondo se ve una gran luz, muy parecida a cuando va uno camino al cielo, ella ahora podía mirarse desde arriba, pero ya no estaba ni siquiera ella, solamente su cuerpo recostado como era de costumbre.

Ella sigue la luz hasta que ésta desaparece, se adentra a un enorme salón muy parecido al rojo en que ella solía bailar, también tenía una chimenea y un cielo decorado con hermosas obras de arte.

Al llegar ahí se sorprendió tanto al ver que su largo viaje por las nubes la había llevado al mismo lugar, así que caminó a lo largo de la Rivera hasta llegar a su sitio favorito nuevamente a esperar.

Todo se miraba igual a la última vez, el mismo cielo, el mismo atardecer, se podía escuchar el canto de los pajarillos.
Se acercó distraída, lentamente, y cuando estaba por llegar ¡oh sorpresa!

Sus ojos se llenaron de lágrimas y de asombro al ver que él estaba sentado esperándola desde hacía ya treinta y dos jueves. 

Al verlo no sabía si correr a abrazarlo,
no estaba segura de si realmente sería él, pero corrió con tanta emoción hasta llegar a él.

Él la miró fijamente a los ojos, mientras los ojos de Ninfa brillaban emocionados y perplejos ante tal situación. Segundos después reaccionó, se dio cuenta de que él también la esperaba...

A su calavera.

-Adriana Morán

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